Mario G. Mercado Callaú
Este 20 de octubre nuevamente nos
encontraremos frente a las urnas como cada 5 años. Y es bueno mantener una
cuota de escepticismo con lo que vaya a pasar. Me refiero a las malas señales y
alarmas que se observan antes de la elección; un incremento más que
llamativo del padrón electoral, cambios
en el Sereci a un mes de la elección y, sobre todo, el sometimiento y funcionalidad del Tribunal Supremo Electoral
hacia el ejecutivo. Al parecer los ciudadanos no tenemos otra aparente
alternativa más que votar.
No pudiera precisar que sea un
punto de inflexión en la historia democrática del país, pero por lo menos diré
que estamos en una encrucijada vital para nuestro futuro próximo. Es evidente
que estás elecciones no están dentro de un contexto normal, porque el
oficialismo logró legalizar forzadamente a sus ilegítimos candidatos a través
de una sobre-interpretación delictuosa de
la Constitución y de la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH), por
parte de los criminales del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP).
Esto nos debe llevar a pensar
¿Qué hacer con el voto y con qué objeto votar?
Trataré de reflexionar sobre que
valores y/o principio ético puede primar al momento de contestar esa pregunta.
Imaginemos por un momento a un
individuo, que planteé que la vida es un valor fundamental, y que debe ser
defendido a ultranza, incluyendo estar en contra de la pena de muerte a pesar
de crímenes completamente horrorosos. Pero quizás en un contexto extremo, este
individuo puede tomar una decisión
ética que contravenga en parte ese valor. Si ese mismo individuo se encuentra
en medio de una guerra con su familia, será pues ético tomar un arma y
defenderla. Aquí primará la defensa de la propia vida y la de los seres que ama,
causando un mayor grado de felicidad (utilidad) a él y su familia.
Esta anecdótica "fiesta electoral" ejemplifica el contexto “bélico” que estamos viviendo. Después del fallo del 28
de noviembre de 2017, se terminó con la igualdad política en Bolivia. Algo
esencial en todo estado que se dice ser democrático. Desde ese fatídico día se
reconoce abiertamente que existen bolivianos de primera (los que están con el
gobierno) y los de segunda (que estamos en contra del régimen). Sucede que las
libertades y los derechos han perdido cualquier sentido, la justicia no sólo
que está tomada hace mucho por el oficialismo, sino que abierta y
descaradamente, los que estamos en contra podemos sufrir de su inaplicabilidad,
siendo como no, perseguidos y agredidos por el poder en cualquier momento. Si
nuestras garantías constitucionales (Derechos políticos y libertades) han sido
totalmente vulneradas, que se espera que pase con nuestra propiedad privada.
Mientras tanto, grandes y pequeños empresarios que están a favor del régimen se
enriquecen y favorecen con jugosos contratos, decretos, y todo tipo de
privilegios. Mientras los que estamos en contra corremos el riesgo de llevar
cada vez más lastres y extenuantes cargas impositivas, y si quisieran (y considero que es cuestión de tiempo de
seguir el régimen) pudieran llegar a expropiarnos nuestros bienes. No hay Ley,
ni justicia que pueda defendernos de tales atropellos.
Dicho lo anterior, se hace
imperativo sacar al tirano del poder, pero antes será importante analizar las
opciones que tenemos.
Después de meses de encuestas
sólo hay un candidato opositor que tienen opción de llegar a segunda vuelta, y
otro a tener una presencia importante en el parlamento. No me referiré al resto
de candidatos porque no lo encuentro relevante para este análisis. Lo primero
que tendría que argumentar es que, de llegar al poder cualquiera de ellos, no
representan en apariencia una amenaza para la violación de derechos humanos
como el régimen de Morales. Ni Carlos
Mesa es Maduro, ni Óscar Ortiz es Bolsonaro. Si bien, existen diferencias en
los programas de gobierno de ambos, Ortiz no representa el fundamentalismo
libertario y Mesa tampoco representa la entelequia socialista. Se pueden
observar algunas propuestas medianamente coherentes para la realidad nacional,
desde sus paradigmas ideológicos. Quizá me agraden las propuestas económicas de
Ortiz y por el otro lado me agraden las propuestas ambientales y educativas de
Mesa. Sin embargo, esas propuestas sólo podrían ponerse en práctica (en caso
cumplan con sus programas algo que casi no pasa con los políticos), si y solo
si llegase alguno al poder y, tuviera una importante representación
parlamentaria. También, es necesario advertir, que no encuentro que ninguno
represente el término “buen candidato”. Yo los llamaría el mal menor, y está
claro que, haciendo una analogía con enfermedades, tener dengue será mil veces
mejor que tener cáncer. Ambos candidatos son parte de una oposición casi
inservible después de 13 años. Y aunque tienen gente joven dentro de sus filas,
estos no tienen el control de sus partidos, sino que sigue manejado por viejos
políticos.
Existen acusaciones entre un
bando y el otro (Comunidad Ciudadana y Bolivia dice No) donde uno acusa al otro
de ser funcional al MAS. Para tener certeza de aquello, sólo podremos saberlo
en el ejercicio del poder. Sin embargo, hay algunos datos históricos que es
bueno mencionar. Entre los pactos y alianzas más llamativos entre dos partidos
antagonistas tenemos, el de 1971 entre Falange Socialista Boliviana (FSB) y el
Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que se unieron para el derrocamiento
del General Torres, y conseguir el ascenso de Hugo Banzer Suárez. Y como olvidar el
Acuerdo Patriótico entre el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y
Acción Democrática Nacionalista (ADN), donde fue muy fácil “cruzar el río de sangre”
que los separaba. Los datos históricos de nuestro país nos revelan que en
política podemos esperar cualquier cosa. No debiera extrañarnos que Ortíz o Mesa
en algún punto pacten con el MAS.
Después de hablar del problema y
analizar nuestras opciones, considero que la ética utilitaria nos puede ayudar
a reflexionar sobre esta cuestión. Me refiero a buscar maximizar la felicidad (beneficios)
para un número mayor de ciudadanos. Siguiendo esa línea, podemos tomar como
dato el 51,3 % de los ciudadanos que estuvimos en contra de una nueva re-elección
de Morales. Esto nos lleva a votar por el que tiene mejores opciones para sacar
al tirano del poder. Es probable que no simpaticemos en muchos aspectos con
Carlos Mesa y su oportunismo, sin embargo grandes estadistas en algún momento
tomaron decisiones de ese tipo. Recodemos, la unión de los aliados Gran Bretaña
y Estados Unidos (países capitalistas) con la Unión soviética de Stalin (país
comunista) para luchar en contra de las potencias del eje en la segunda guerra
mundial. Algo que quizás en su época fuera impensado. Por lo tanto, si no
tenemos la opción de colocar a nuestro candidato, bajo las circunstancias en
las que nos encontramos, será preferible deshacernos del que no queremos. Uno
de los padres de la política moderna nos diría: “… y si no logró designar como
Papa a quien quería, obtuvo por lo menos que no lo fuera quien él no quería que
lo fuese” (Macchiavelli, 2008, p. 57).
En caso de sacar a Morales del
poder, debemos ver a este nuevo gobierno como una etapa de transición, hasta
reestablecer las instituciones (suponiendo que el nuevo gobierno lo haga) democráticas y llegar a elecciones normales. Será
válido también preguntarnos ¿por qué sacar a Morales hoy y no en cinco años
más? Porque no sabemos lo que pueda pasar con la coyuntura política boliviana y
latinoamericana. Hoy el régimen no goza del apoyo político de sus vecinos;
Brasil, Ecuador, Argentina y Chile. Y seguir manteniendo al tirano en el poder
siempre será peligroso. Sun Tzu mencionaba: “La victoria es el principal
objetivo de la guerra. Si la victoria tarda en llegar, las armas pierden su
filo y la moral decae” (1999, p.113).
Bibliografía
Macchiaveli, N. (2008). El Príncipe. Buenos Aires,
Argentina: Gradifco.
Sun Tzu. (1990). El Arte de la Guerra. Santafé de Bogotá,
Colombia: Panamericana.
Imagen tomada: http://protestantedigital.com/magacin/13046/Hobbes_y_el_Estado_como_el_necesario_Leviatan
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