sábado, 5 de octubre de 2019

SACAR AL TIRANO ES LO IMPORTANTE


Mario G. Mercado Callaú

Este 20 de octubre nuevamente nos encontraremos frente a las urnas como cada 5 años. Y es bueno mantener una cuota de escepticismo con lo que vaya a pasar. Me refiero a las malas señales y alarmas que se observan antes de la elección; un incremento más que llamativo  del padrón electoral, cambios en el Sereci  a un mes de la elección y, sobre todo, el sometimiento y funcionalidad del Tribunal Supremo Electoral hacia el ejecutivo. Al parecer los ciudadanos no tenemos otra aparente alternativa más que votar.

No pudiera precisar que sea un punto de inflexión en la historia democrática del país, pero por lo menos diré que estamos en una encrucijada vital para nuestro futuro próximo. Es evidente que estás elecciones no están dentro de un contexto normal, porque el oficialismo logró legalizar forzadamente a sus ilegítimos candidatos a través de una sobre-interpretación delictuosa  de la Constitución y de la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH), por parte de los criminales del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP).

Esto nos debe llevar a pensar ¿Qué hacer con el voto y con qué objeto votar?
Trataré de reflexionar sobre que valores y/o principio ético puede primar al momento de contestar esa pregunta.

Imaginemos por un momento a un individuo, que planteé que la vida es un valor fundamental, y que debe ser defendido a ultranza, incluyendo estar en contra de la pena de muerte a pesar de crímenes completamente horrorosos. Pero quizás en un contexto extremo, este individuo  puede tomar una decisión ética que contravenga en parte ese valor. Si ese mismo individuo se encuentra en medio de una guerra con su familia, será pues ético tomar un arma y defenderla. Aquí primará la defensa de la propia vida y la de los seres que ama, causando un mayor grado de felicidad (utilidad) a él y su familia.

Esta anecdótica "fiesta electoral" ejemplifica el contexto “bélico” que estamos viviendo. Después del fallo del 28 de noviembre de 2017, se terminó con la igualdad política en Bolivia. Algo esencial en todo estado que se dice ser democrático. Desde ese fatídico día se reconoce abiertamente que existen bolivianos de primera (los que están con el gobierno) y los de segunda (que estamos en contra del régimen). Sucede que las libertades y los derechos han perdido cualquier sentido, la justicia no sólo que está tomada hace mucho por el oficialismo, sino que abierta y descaradamente, los que estamos en contra podemos sufrir de su inaplicabilidad, siendo como no, perseguidos y agredidos por el poder en cualquier momento. Si nuestras garantías constitucionales (Derechos políticos y libertades) han sido totalmente vulneradas, que se espera que pase con nuestra propiedad privada. Mientras tanto, grandes y pequeños empresarios que están a favor del régimen se enriquecen y favorecen con jugosos contratos, decretos, y todo tipo de privilegios. Mientras los que estamos en contra corremos el riesgo de llevar cada vez más lastres y extenuantes cargas impositivas, y si quisieran  (y considero que es cuestión de tiempo de seguir el régimen) pudieran llegar a expropiarnos nuestros bienes. No hay Ley, ni justicia que pueda defendernos de tales atropellos.

Dicho lo anterior, se hace imperativo sacar al tirano del poder, pero antes será importante analizar las opciones que tenemos.

Después de meses de encuestas sólo hay un candidato opositor que tienen opción de llegar a segunda vuelta, y otro a tener una presencia importante en el parlamento. No me referiré al resto de candidatos porque no lo encuentro relevante para este análisis. Lo primero que tendría que argumentar es que, de llegar al poder cualquiera de ellos, no representan en apariencia una amenaza para la violación de derechos humanos como  el régimen de Morales. Ni Carlos Mesa es Maduro, ni Óscar Ortiz es Bolsonaro. Si bien, existen diferencias en los programas de gobierno de ambos, Ortiz no representa el fundamentalismo libertario y Mesa tampoco representa la entelequia socialista. Se pueden observar algunas propuestas medianamente coherentes para la realidad nacional, desde sus paradigmas ideológicos. Quizá me agraden las propuestas económicas de Ortiz y por el otro lado me agraden las propuestas ambientales y educativas de Mesa. Sin embargo, esas propuestas sólo podrían ponerse en práctica (en caso cumplan con sus programas algo que casi no pasa con los políticos), si y solo si llegase alguno al poder y, tuviera una importante representación parlamentaria. También, es necesario advertir, que no encuentro que ninguno represente el término “buen candidato”. Yo los llamaría el mal menor, y está claro que, haciendo una analogía con enfermedades, tener dengue será mil veces mejor que tener cáncer. Ambos candidatos son parte de una oposición casi inservible después de 13 años. Y aunque tienen gente joven dentro de sus filas, estos no tienen el control de sus partidos, sino que sigue manejado por viejos políticos.

Existen acusaciones entre un bando y el otro (Comunidad Ciudadana y Bolivia dice No) donde uno acusa al otro de ser funcional al MAS. Para tener certeza de aquello, sólo podremos saberlo en el ejercicio del poder. Sin embargo, hay algunos datos históricos que es bueno mencionar. Entre los pactos y alianzas más llamativos entre dos partidos antagonistas tenemos, el de 1971 entre Falange Socialista Boliviana (FSB) y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que se unieron para el derrocamiento del General Torres, y conseguir el ascenso de Hugo Banzer Suárez. Y como olvidar el Acuerdo Patriótico entre el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y Acción Democrática Nacionalista (ADN), donde fue muy fácil “cruzar el río de sangre” que los separaba. Los datos históricos de nuestro país nos revelan que en política podemos esperar cualquier cosa. No debiera extrañarnos que Ortíz o Mesa en algún punto pacten con el MAS.

Después de hablar del problema y analizar nuestras opciones, considero que la ética utilitaria nos puede ayudar a reflexionar sobre esta cuestión. Me refiero a buscar maximizar la felicidad (beneficios) para un número mayor de ciudadanos. Siguiendo esa línea, podemos tomar como dato el 51,3 % de los ciudadanos que estuvimos en contra de una nueva re-elección de Morales. Esto nos lleva a votar por el que tiene mejores opciones para sacar al tirano del poder. Es probable que no simpaticemos en muchos aspectos con Carlos Mesa y su oportunismo, sin embargo grandes estadistas en algún momento tomaron decisiones de ese tipo. Recodemos, la unión de los aliados Gran Bretaña y Estados Unidos (países capitalistas) con la Unión soviética de Stalin (país comunista) para luchar en contra de las potencias del eje en la segunda guerra mundial. Algo que quizás en su época fuera impensado. Por lo tanto, si no tenemos la opción de colocar a nuestro candidato, bajo las circunstancias en las que nos encontramos, será preferible deshacernos del que no queremos. Uno de los padres de la política moderna nos diría: “… y si no logró designar como Papa a quien quería, obtuvo por lo menos que no lo fuera quien él no quería que lo fuese” (Macchiavelli, 2008, p. 57).

En caso de sacar a Morales del poder, debemos ver a este nuevo gobierno como una etapa de transición, hasta reestablecer las instituciones (suponiendo que el nuevo gobierno lo haga)  democráticas y llegar a elecciones normales. Será válido también preguntarnos ¿por qué sacar a Morales hoy y no en cinco años más? Porque no sabemos lo que pueda pasar con la coyuntura política boliviana y latinoamericana. Hoy el régimen no goza del apoyo político de sus vecinos; Brasil, Ecuador, Argentina y Chile. Y seguir manteniendo al tirano en el poder siempre será peligroso. Sun Tzu mencionaba: “La victoria es el principal objetivo de la guerra. Si la victoria tarda en llegar, las armas pierden su filo y la moral decae” (1999, p.113).



Bibliografía

Macchiaveli, N. (2008). El Príncipe. Buenos Aires, Argentina: Gradifco.

Sun Tzu. (1990). El Arte de la Guerra. Santafé de Bogotá, Colombia: Panamericana.


Imagen tomada: http://protestantedigital.com/magacin/13046/Hobbes_y_el_Estado_como_el_necesario_Leviatan

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