miércoles, 27 de febrero de 2019

Poner en Duda la Existencia de Dios es un Principio para Alcanzar Sabiduría


Mario G. Mercado Callaú

“… si queremos entender nuestro futuro, en absoluto bastará con descifrar genomas y calcular números. También tenemos que descifrar las ficciones que dan sentido al mundo”.
Yuval Noah Harari


En Juan 18:38 Pilato le pregunta a Jesús: “¿Qué es la verdad?” Pregunta trascedente que, muchos creyentes dicen conocer siguiendo las enseñanzas de un Mesías o, las doctrinas de una determinada fe. En otro relato bíblico, el Génesis nos dice que el hombre y la mujer pecaron por primera vez comiendo del árbol prohibido del conocimiento. Tal acción abrió nuestros ojos y conocimos el bien y el mal. Esto permitiría tener facultades propias de los dioses. Sin embargo, aunque contamos con ciertos programas de fábrica  a través de la genética, instintos y emociones, sumando también la educación y cultura adquirida, no siempre es sencillo desentrañar los problemas morales que existen en nuestra moderna sociedad. En todo caso la adquisición  de nuevos conocimientos ha sido y sigue siendo, un vertiginoso camino de búsqueda lleno violencia, poder, imposturas, preguntas y respuestas poco satisfactorias. Hoy es más fácil sentirse ignorante que en épocas pasadas. No en el sentido clásico por falta de información o, por el difícil acceso que tenía la gran mayoría de las generaciones anteriores. Me refiero a la vasta cantidad de información que se genera de manera continua. Por tal motivo es muy difícil poder estar actualizado en los distintos campos de estudio y ser un diletante ejemplar. Según la UNESCO al año se publican más de 2,2 millones de libros entre nuevos y  algunas ediciones anteriores.  Si una persona  se dedicara exclusivamente a leer a lo largo de una vida de 100 años (suponiendo que naciera sabiendo leer) con una velocidad de lectura de 600 palabras por minuto, sin poder dormir, comer, enamorarse, conocer lugares y trabajar, podría llegar a leer en el mejor de los casos un poco más de trescientos quince mil libros (14% de las publicaciones anuales). Aun así, no pudiera con todo los libros que se publican al año, sin nombrar revistas, diarios y boletines de información digital. La física y la biología nos han puesto límites sobre lo que podemos conocer. Aun así, como diría Carl Sagan en el capítulo once de su afamada serie, el truco está en saber qué tipo de libros leer. Pero ¿qué sentido tiene poseer distintos conocimiento? ¿Y de qué sirve si a pesar de ello no conoceríamos la “verdad” intrínseca  de las cosas? En primer lugar tener conocimiento, aunque sea una obviedad decirlo, mejora nuestras posibilidades de supervivencia. Imaginemos la cantidad de humanos que morían de frío en épocas pretéritas antes de saber manipular el fuego. Podemos hacer mención de la inmensurable cantidad de vidas salvadas por los antibióticos, operaciones y la medicina moderna en general. Pensemos por ejemplo en un instrumento tan trivial como el tenedor. Se dice que este instrumento llegó a Europa occidental allá por el año 1071. Teodora la princesa del imperio bizantino llevaría tan particular instrumento a Venecia. En Europa occidental se conocía la cuchara y el cuchillo, pero pobres y ricos seguían comiendo con las manos. Al principio a muchos aristócratas la utilización del tenedor les parecía de «falsa elegancia y de modales remilgados» (Asimov, 2017). Pero esta moda fue copiada porque se entendía como más limpia y refinada, expandiéndose por muchas culturas del mundo. Sin saberlo, muchos hombres dejarían de utilizar las manos, mejorando sus probabilidades de supervivencia evitando cierto tipo de infecciones. Por otra parte un mayor espectro de conocimientos nos permite en algunos casos ser asediados por la duda de lo que creemos saber.  Aunque tenemos conocimientos que no explican en esencia verdades absolutas de fenómenos y eventos que suceden en nuestro universo, esas verdades parciales han sido vitales para mejorar nuestra calidad de vida. Es cierto que el conocimiento no solo ayuda hacer el bien, también sirve para infringir el mal, pero el conocimiento genuino carece de valor moral, son los hombres a través de su voluntad los que infligen mal o actúan de talante bondadoso. También es bueno saber que desconocemos muchas cosas que pueden ser usadas en un futuro para hacer el bien y el mal. Actualmente los hombres de ciencia tratan de responder cómo se originó la vida en la Tierra, cuál es la naturaleza de la energía oscura,  cuál es la ley física que unifica la relatividad y la mecánica cuántica, entre otras miles de cuestiones más. Empero, no conocer a cabalidad cómo funciona el universo, no ha sido un obstáculo para avanzar. Hemos ido a la Luna y hemos puesto robots en Marte con el escaso conocimiento que tenemos. Todo gracias a una búsqueda incesante de respuestas, conocimiento y de mejoras en problemas cotidianos. Todo gracias a una forma de pensar, el método científico. Pero ¿Qué tiene que ver todo esto con poner en duda la existencia de Dios? Tiene que ver con las respuestas que cada individuo tiene a preguntas trascendentales. Es evidente que muchos hombres de ciencia en el pasado y presente, creyentes en alguna deidad o doctrina religiosa han podido hacer aportes importantes a la humanidad y de seguro muchos lo seguirán haciendo. El problema radica en que muchos mortales dan por ciertas las respuestas que tienen a partir de creencias, ideologías o teorías propias que, pueden estar a distancias astronómicas del conocimiento actual y, de lo que se puede considerar cercano a la realidad. Ideas que impuestas para el servicio de la sociedad pueden traer problemas y errores en la búsqueda de soluciones que procuren sociedades más libres y justas. Resulta que individuos y colectivos pueden tener la convicción que la mejor solución contra el adulterio es a través de lo que mandan los textos sagrados, siendo la pena de muerte por lapidación un castigo eficaz. También existen individuos que están en contra del matrimonio civil entre personas del mismo sexo, negando por ejemplo derechos de bienes mancomunados o a que los homosexuales puedan heredar bienes. Esto porque la homosexualidad sería una “abominación” y, permitirlo empujaría a tener una sociedad de pervertidos. Trayendo terribles castigos y consecuencias (por un dios lleno de amor) para aquellos individuos que lo permitan. Seguir avanzando en descubrimientos, técnicas y equipos tecnológicos que solucionen nuestra vida es óptimo, pero no replantear nuestras respuestas transcendentales sobre nuestra naturaleza y nuestro lugar en el universo desde la evidencia, coloca cuesta arriba y dificulta mejores soluciones en política, normativas, leyes y moral para una sociedad que se encuentra con desafíos constantes. Esto no solo aplica a nuestras creencias religiosas, también a aquellas convicciones ideológicas y políticas que pueden ser anacrónicas o que nunca tuvieron resultados positivos.  Dudar de lo que conocemos como cierto puede provocar miedo, angustia y ansiedad, pero puede ayudarnos a buscar mejores respuestas. Esto implica, en algunos casos, tratar de mejorar nuestras decisiones y soluciones. Algunos intelectuales plantean que el problema es la irracionalidad de las masas, sin embargo, investigaciones realizadas por Daniel Kahneman demuestran que, personas con mucha destreza y práctica en el pensamiento lógico-racional pueden tener problemas y padecer de sesgos cognitivos. Todas las personas razonamos de alguna manera, lo que se plantea es que, con razonamientos que parten de premisas falsas, no se podrá llegar a razonamientos y/o soluciones satisfactorias. Lo que hace pertinente la práctica y el ejercicio de la duda, sobre todo de aquellas cuestiones  que no tenemos prueba o evidencia alguna. Con el objetivo de seguir ideas, teorías y hechos con mayor verosimilitud. Dudar, usar la razón y tener un método para hacerlo nos ha llevado a vivir más, con mejor salud, con menos violencia, con una mejor calidad de vida, pero una gran mayoría no es consciente de aquello. Vivimos en un momento crucial en el que nuevas tecnologías van a cambiar drástic
amente nuestros valores, formas de vida, instituciones, entre otras muchas cosas más. Lo que hace imperativo dar el salto. Problemas seguirán existiendo, pero estar abierto a la duda entre un abanico de posibles soluciones con mayor cercanía a los mejores conocimientos que tenemos, no solo posibilita un mayor entendimiento de nosotros y el universo, sino también la posibilidad de buscar puntos comunes para una sociedad más justa para todos.




Bibliografía

Asimov, I. (2017), Historia y cronología de la ciencia y los descubrimientos: Cómo la ciencia ha dado forma a nuestro mundo. (1era ed. Nuevo formato). Barcelona, España: Ariel.

Harari, Y. (2016), Homo Deus: Breve historia del mañana. Ciudad de México, México: Debate.

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