sábado, 3 de noviembre de 2018

El falso aprecio de los valores democráticos


“Por todo el mundo y a lo largo de toda la historia, se ha asesinado a más personas para imponer la justicia que para satisfacer la codicia”
Steven Pinker


Desde que el gobierno boliviano actual propuso un referéndum para buscar una nueva re-re-elección teniendo entre sus fines seguir en el poder de manera indefinida, muchos ciudadanos se manifestaron en las calles, redes sociales y medios de comunicación para evitar que aquello se materialice. Al tiempo, una de las banderas tomadas por la ciudadanía fue la defensa de un elemento central en nuestro actual sistema democrático, la alternancia. Luego, con un resultado logrado a favor en el referéndum para aquellos ciudadanos que consideran a la alternancia y renovación trascendental para el sano desarrollo del sistema democrático, el gobierno no cesó en sus pretensiones y,  a través de un recurso abstracto de inconstitucionalidad contra la limitante constitucional a los mandatos consecutivos, el 28 de noviembre de 2017 (un día negro para la democracia boliviana) seis magistrados (léase delincuentes) del Tribunal Constitucional Plurinacional emitieron un fallo a favor de tales pretensiones desconociendo los resultados de dicho referéndum.
Nuevamente, la violación constitucional, el desconocimiento de los resultados del 21 de febrero de 2016 y la vulneración del sistema democrático boliviano han sido los argumentos para seguir combatiendo al régimen en cualquier espacio que sea válido para expresar  el disgusto, preocupación y molestia contra el abuso de poder del gobierno. 

En esa línea apelando a la razón sería válido buscar el restablecimiento institucional sobre aquellos valores y sistema que eviten la perpetuación y el abuso de poder de cualquier gobierno, tanto del actual, como de los venideros. Pero resulta que los abusos de poder realizados por un régimen con una línea ideológica medianamente definida, permite a los ciudadanos  identificar al tipo de gobierno ya sea como socialista, nacionalista, comunista, etc. Haciendo que muchos se inclinen por apreciar aquellos grupos o líderes que representen una opción contraria sin importar el extremo de sus ideas, evitando así, la reflexión sobre si esas ideas revitalizarán un sistema democrático venido a menos. Claro está que la democracia no es un fin en sí mismo, más bien es un medio que permite el reconocimiento y participación de todos los ciudadanos en lo que se refiere a la cosa pública.  Permitiendo  por ejemplo gozar de derechos individuales y libertades que garanticen el respeto de las minorías por las mayorías. Sin embargo, la defensa de sus valores si se pueden considerar un fin, porque nos permite una igualdad de condiciones en participación, derechos y libertades que cada ciudadano debería poseer para poder desarrollarse y buscar aquello que lo haga feliz. Sin importar etnia de origen, creencias, sexo, género o cualquier factor que diferencia a los ciudadanos.

Después de la victoria de Bolsonaro en Brasil muchos bolivianos “defensores de los valores democráticos” rebosaron de alegría porque ahora existe un “aliado” para luchar contra el socialismo y el régimen de Morales en Bolivia. Muchos de estos ciudadanos dicen estar a favor de la “defensa de la democracia”, sin embargo  no observan a sus valores como un fin, sino como un instrumento de mera utilería para deshacerse de aquellos regímenes socialistas que se encargaron de destrozar a países con la corrupción, aumento de la violencia, desempleo y sobre cualquier factor que pueda considerarse de extrema necesidad por la población en general para cambiar de rumbo en ciento ochenta grados. Esto ha ocurrido en el pasado. La pérdida de confianza en los sistemas democráticos en Europa llevó al surgimiento de los nacionalismos en la segunda década del siglo XX y sabemos las consecuencias que eso trajo. Por eso, con esos antecedentes y declaraciones pasadas como: “…Ellos (Judíos) no eran amantes de la limpieza, podría apreciarse por su simple apariencia… muchas veces sentí nauseas ante el olor de esos individuos vestidos de caftán”. Se nos hace importante comparar con declaraciones actuales que manifiestan lo siguiente: "Yo fui a una quilombola en Eldorado Paulista. Miran, el afrodescendiente más delgado allí pesaba siete arrobas. ¡No hacen nada! Creo que ni para procrear sirve ya. Más de 1 billón de reales gastado al año en ellos". Si bien pueden existir distancias considerables entre lo que pensaba Hitler de los judíos y Bolsonaro de los afrodescendientes, es evidente que ambos pueden ser considerados racistas porque sin ningún reparo dudan en expresar y generalizar algunas diferencias remarcando el origen de la raza. Por otra parte el líder del partido Nacionalsocialista afirmaba: "Con humanidad y democracia nunca han sido liberados los pueblos"- también decía- “Mi punto de vista personal fue firme desde el primer momento: odiaba profundamente a toda caterva de miserables situacionistas políticos… hizo que yo les considerase, ya desde entonces, maduros para la horca”. Por su parte el actual presidente del Brasil manifestó: "Yo soy favorable a la tortura, tú lo sabes"- y en otra ocasión planteó- "a través del voto, no va a cambiar nada en este país. Solo va a cambiar, desafortunadamente, cuando nos partamos en una guerra civil. Y haciendo el trabajo que el régimen militar no hizo: matando a unos 30.000, comenzando por FHC". Aquí es explicitó el apego a la violencia para ambos, y no un llamado a los valores que deberían ser primordiales de defenderse, antes de cualquier exceso bajo criterios de respeto a los derechos humanos por ejemplo. Otra semejanza es la colocación de lo divino para cumplir la “misión vital”. Hitler decía: “Si la providencia me hubiese colocado en el lugar de esos ignorantes… quizás otro hubiera sido el desenlace de la lucha”-y también planteó - “Debo cumplir con mi misión histórica y la cumpliré porque la Divina Providencia me ha elegido para ello”. Bolsonaro por su parte declaró: “Necesitamos de un presidente honesto que lleve a Dios en su corazón”- en ese mismo discurso termina diciendo- “… Necesitamos de un presidente que sobre todo mantenga su palabra… ¡Brasil sobre todo! ¡Dios por encima de todos!”. 

Muchas de estas aseveraciones fueron hechas antes de que ambos asuman el poder permitiéndonos reflexionar y encontrar algunos paralelismos guardando distancia entre ambos sobre el nivel de racismo, misoginia, la guía divina, entre otras. Y guardando distancias sobre el contexto históricos en el que se desenvuelve cada uno de estos acontecimientos. Por otra parte, este paralelismo no solo se establece bajo similares criterios de pensamiento y sentir, sino en el ascenso de ambos liderazgos. La necesidad, desesperación y el llamado al “cambio” por la mayoría de la ciudadanía hicieron surgir a ambos líderes en contextos diferentes, bajo una línea discursiva dura u opuesta a lo que hacían y decían los gobiernos que los antecedieron. 

No solo los partidos de ultraderecha aprovechan esos momentos de necesidad, Hugo Chávez y Evo Morales también ascendieron al poder por la misma desesperación de los votantes. Es así que al margen de la simpatía que se pueda tener por una u otra ideología, con discursos demagógicos por un lado y autoritarios por el otro, el problema radica esencialmente en decisiones irracionales provocadas por el miedo, la ira, molestia, angustia, ignorancia o desconocimiento de elementos importantes que necesita la democracia. Al mismo tiempo que se deja de lado la racionalidad y al apego a valores fundamentales para juzgar ciertas actitudes que  no ayudarán a reivindicar el  sistema democrático. Ocasionando así decisiones que pueden socavar y ahondar la crisis del sistema. Más allá de la ideología de preferencia que se tenga, considerar por ejemplo que los regímenes de Morales, Maduro y Ortega defienden la “dignidad” y a los “pobres” luchando contra el “imperio” y las oligarquías, es tan falaz como creer que un candidato presidencial que dice creer en Dios, pero habla de desear la muerte de su hijo si fuera homosexual, se declara a favor de la tortura y, que las minorías deben someterse a las mayorías, respetará los valores democráticos sin restricciones a las libertades individuales. Argumentos que algunos “defensores de los valores democráticos” cándidamente  justifican como “un discurso de mero marketing político”. Probablemente la juventud democrática, el falso apego a sus valores y la  inmadurez política de la mayoría de los ciudadanos latinoamericanos nos pueden traer curas mucho peores que la enfermedad.




Referencias
 



 

Hitler, A., Mi Lucha (p. 54; p. 156). 

Pinker, S., (2018) En Defensa de la ilustración, (p. 50), Paidos:Buenos Aires-Argentina.

Imagen extraída de: https://twitter.com/elhumorgrafico


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