Mario Mercado Callaú
La religión no se basa en hechos reales, surge del anhelo humano, nunca
satisfecho, de eternidad y absoluto.
Juan José Sebreli
Revista Percontari tema,
La religión
En 1794 Thomas Paine escribió; Solo por el ejercicio de la razón puede el
hombre descubrir a Dios; quítenle la razón y será incapaz de comprender nada
(2003, p. 39). En tal sentido la creencia en seres u objetos con poderes
divinos han acompañado al hombre casi desde sus inicios, dando lugar a los
primeros atisbos de desarrollo cultural. La falta de respuesta a infinidad de
interrogantes establece una relación entre el escaso conocimiento y poco
entendimiento de la realidad, con la invención de explicaciones que sustente la
intervención de deidades. En muchos casos
el miedo hacia fenómenos naturales, enfermedades, injusticias y la propia
mortalidad, llevaron al hombre en ese tranvía que buscaba explicaciones
sencillas y medianamente lógicas que aminoraran
su angustia y ansiedad que corroía su espíritu al no tener respuestas. Es cierto que este tipo de creencias, y en
todo caso, sistemas más complejos como las doctrinas religiosas han sido
importantes en el desarrollo de la cultura y la civilización. Al mismo tiempo
existen algunos estudios sobre creyentes en Estados Unidos indicando que estos
tienen menos probabilidades de abusar de drogas, cometer crímenes, divorciarse
y suicidarse (Seligman, 2011, p. 99). Muchas tradiciones y costumbres que cada
pueblo, tribu o comunidad tiene, le debe mucho al entramado de creencias
metafísicas que se han ido tejiendo en cada una de estas sociedades en el
tiempo. También se puede reconocer el carácter civilizatorio en muchos casos
cuando hablamos de creencias más complejas y finamente elaboradas, que con el
paso del tiempo persisten hasta nuestros días. En esa línea, gran parte de la
estabilidad social en muchas culturas a lo largo del tiempo ha dependido de
ellas. Paradójicamente, la conciencia y razón humana ayudaron a establecer
sistemas doctrinales que explicaran muchos aspectos de nuestra naturaleza a
partir de lo místico. Sin embargo, la aceleración del conocimiento y
entendimiento de la realidad, no genera un desapego sencillo hacía lo
religioso. Pasa que, todo lo bueno que tienen los sistemas religiosos para la
formación de la estructura cultural de una sociedad conlleva la inamovilidad de
la doctrina, no permitiendo la falsación del dogma. Por tanto, al dudar y
cuestionar algunos de sus pilares, no solo se socavan las estructuras
culturales del colectivo, si no los cimientos y estructuras del componente
moral individual.
Hombres de todo tiempo han puesto
en duda las creencias doctrinales de la sociedad a la que pertenecían. A consecuencia de tales atrevimiento muchos ganaron burlas por parte de sus
congéneres, y en algunos casos hasta la
muerte. De tal modo se hace pertinente señalar el escaso avance del conocimiento humano cuando
las teocracias cristianas dominaban occidente. A tiempo que en medio oriente
vivía momentos de lucidez y desarrollo. Con el paso del tiempo los papeles se
cambiaron. Occidente a través del pensamiento humanista, el renacimiento,
guerras civiles y la revolución
protestante (sin quererlo) llevaron el desarrollo cultural a otro nivel.
Cuestionar, reflexionar y no estar de acuerdo fueron elementos importantes para
el desarrollo de la ciencia, filosofía y la política. Sin duda, no todo ha sido
grato. Basta mirar los conflictos mundiales a principio del siglo XX y la
impostura de regímenes dictatoriales que han causado calamidades a millones de
personas. Sin embargo, hoy por lo menos una gran mayoría no ve a los tiranos
como una extensión de lo divino.
Por otra parte, medio oriente tomó un camino
diferente intensificando su desarrollo cultural en base a las doctrinas
profesadas por Mahoma. Alá comenzó a ser el centro de todo, y la revelación del
Corán aparece como lo absoluto y único que importa. Y es que la pasión por las
doctrinas deja poca cabida a la razón. Un estudio realizado por Sheena Sethi
Iyengar que relacionaba el optimismo y la fe religiosa planteaba entre sus
primeras conclusiones que cuanto más
fundamentalista es la religión más optimistas son sus fieles (Seligman,
2011, p. 100). En tal sentido, puede resultar sencillo caer en la candidez de
asumir que a través del sistema de creencia que se profesa, este, nos llevará
en todo momento hacer el bien y en
ningún momento el mal. En todo caso, el sesgo de muchas decisiones éticas y
morales sucede cuando se asume que un sistema doctrinal es el faro de la
“verdad”.
Richard Dawkins, biólogo
contemporáneo muy reconocido y activista del movimiento ateo habla con un
joven hombre perteneciente al islam llamado Yousef Al-khattab. En la entrevista
Yousef plantea que uno de los problemas de los ateos, entre otras cosas, es no creer en leyes fijas, sino en
constituciones cambiantes: - Si no creen
en las leyes de Dios ¿Qué leyes pueden tener?-. Existe un riesgo constante
cuando se entiende que ciertos principios religiosos son un absoluto moral. No
se trata de relativizar los valores morales, sino de entender porque existen
cambios en la perspectiva de análisis de los mismos. Provocando en muchos
casos, la mutación de sus conceptos iniciales. Es evidente que no todos los
cambios conceptuales de los valores morales, leyes, etc. Se hacen en función de
un entendimiento profundo de la realidad, muchos cambios son productos del componente
ideológico del partido que gobierna y/o detenta el poder. Pero también existen
cambios por la profundización de los conceptos que muchos valores solían tener.
Esto a través de estudios sobre los fenómenos sociales que constantemente
cambian por factores mismos de la cultura. Por ejemplo el avance de la
tecnología. Pero creer que se hace el bien haciendo mal,
no es un problema exclusivo del Islam. Podemos encontrarlo en muchas facciones
del cristianismo. Juan José Sebreli hace una crítica puntual a unos de los
íconos del catolicismo de las últimas décadas, la madre Teresa de Calcuta. Su
crítica se basa en la prédica que la madre Teresa hacía en contra del control
de natalidad y el uso de preservativos, dando lugar al aumento de SIDA y
natalidad, expandiendo la enfermedad y pobreza que supuestamente combatía en la
India (Sebreli, 2017, P. 211). No se busca atacar la libertad que cada individuo tiene al
elegir y seguir un sistema de creencias que satisfaga sus necesidades
espirituales. Sino más bien evitar el absolutismo moral de cualquier doctrina
religiosa. Por lo tanto, será importante evitar su impostura en el sistema
educativo y en la elaboración de políticas públicas que afectan a todo el
conjunto social de un estado determinado. En esa línea, cuando hablamos de
aborto, derechos para la comunidad LGTB, legalización de las drogas o
eutanasia, será pues pertinente hacerlo dentro de un marco común de
entendimiento racional y, tratado como problemáticas sociales, más allá del
componente metafísico doctrinal que tienen los sistemas religiosos. Como
recientemente diría el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber en su
intervención en el debate sobre el aborto “se trata de política no metafísica”.
En todo caso, el conocimiento ha acelerado el proceso racional en ciertos
aspectos de nuestra cultura y debería servir para abordar de mejor manera los temas que preocupan a la sociedad. En la actualidad, por ejemplo, dependiendo del nivel de educación que
tiene la sociedad, muchos individuos al sentir una molestia física prefieren
asistir a una consulta médica con un licenciado en medicina que tenga alguna
especialidad, antes que asistir donde un curandero o chamán. Al mismo tiempo,
si se tiene un problema emocional o
mental se prefiere ir a un psicólogo o psiquiatra antes que donde un cura o
pastor. No es raro encontrar que en países con estándares de educación más
elevada la secularización, agnosticismo
o ateísmo vayan en aumento y que sus índices de convivencia sean óptimos.
Algunos estudios han causado revuelo como el del sociólogo de Stanford Robb
Willer al revelar que los hijos de personas no religiosas o ateas eran más
solidarios que el de personas creyentes. En cierto sentido carecer o abandonar
un sistema moral heredado puede llevar a individuos a reflexiones éticas
profundas que al simple cumplimiento de unos cuantos mandamientos impuestos por
la sociedad y su costumbre. En ese contexto vale recordar el escrito de un buen
transgresor del dogma - No creo en el
dogma de la iglesia judía, de la iglesia católica, de la iglesia griega… ni el
de ninguna que conozca. Mi intelecto es mi propia iglesia. (Paine, 2003, p.
13).
Bibliografía
Paine, T., (2003), La edad de la
Razón., México D.F.- México: Conaculta.
Sebreli, J. J., (2017), Dios en
el laberinto. (4ta. Edición), Buenos Aires- Argentina: Sudamericana.
Seligman, M., (2011), La
auténtica felicidad. Buenos Aires- Argentina: Zeta.
Debate Aborto - Darío Sztajnszrajber (Publicado 2018, 17 de
abril). [https://www.youtube.com/watch?v=DbiK0w4eCA0]
El buen samaritano es el ateo. (2015, 6 de noviembre) El
País: España [https://elpais.com/elpais/2015/11/05/ciencia/1446717405_450204.html]
Richard Dawkins hablando con un
fundamentalista musulmán. (Extracto de su documental "Root of all evil).
(Publicado en la red 2007, 4 de junio). [https://www.youtube.com/watch?v=IHRkMcVrt2w]
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