viernes, 1 de diciembre de 2017

Orden o caos, esa es la cuestión

Mario Mercado Callaú

Revista Percontari, tema
El orden



El universo y la naturaleza terrestre se rigen entre dos cuestiones. Efectivamente, desde el Big bang hasta nuestros días, la ilusión de orden y el continuo caos han formado todo lo que conocemos. Desde que la vida comenzó, no ha parado de cambiar y de diversificarse, a lo largo y ancho de nuestro planeta. A través de la ecología, podemos observar que los ecosistemas actuales y aquellos que se formaron antes de que evolucione el hombre se encuentran en un equilibrio dinámico, y, aunque existe un aparente “orden”, este va cambiando constantemente, haciendo que ciertas especies desaparezcan y otras cambien parte de su estructura fisiológica para que puedan adaptarse. Las extinciones masivas han sido hechas por esos cambios, por momentos graduales, pero, otro lado, de manera intempestiva, sin la intervención humana. La vida de los hombres gira también en torno a estas dos cuestiones. Por ejemplo, para que pueda funcionar correctamente nuestro cuerpo, todas nuestras células, tejidos y órganos se encuentran de manera casi sincronizada, funcionando armónicamente, dando lugar a un cuerpo saludable. Empero, cuando un agente extraño ingresa al cuerpo, llámese bacteria o virus, este puede ocasionar una inestabilidad a ese orden tan preciado como es la buena salud. En todo caso, sucede que esa pérdida de salud provoca una desarmonía física, que en una primera instancia es identificada como algo negativo; sin embargo, al mismo tiempo, también pudiéramos considerarla como algo positivo cuando aquella inestabilidad es atendida como una advertencia de que algo que estamos consumiendo está contaminado, evitando, en consecuencia, un peor daño.
El problema se presenta cuando vemos al caos o inestabilidad con desprecio y miedo, y tratamos de aferrarnos a esa ilusión de orden en todo lo que observamos, conocemos y queremos. Quizá la búsqueda de certidumbres nos llevó a inventar razones para creer en dioses, ideologías y sistemas políticos que nos protegieran de todo lo extraño, diferente, y de todo aquello que tienda a trastocar algo en nuestras vidas. En esa línea, observamos que el orden goza de popularidad y, a menudo, se considera como algo positivo porque brinda certeza y seguridad sobre algo en cuestión. Por ejemplo, podemos decir que solo una minoría de hombres y mujeres cuestionan sus propias creencias religiosas bajo la lupa de la razón, creencias adquiridas, en muchos casos, por la influencia de padres o tutores. Del mismo modo, pocos individuos reflexionan sobre la moral de su sociedad, tratando de entender cuáles son los motivos de por qué existen ciudadanos que piden legalizar el aborto, eutanasia, matrimonio homosexual, etc. No se trata de considerar que todos los cambios sean positivos, sino más bien reflexionar sobre aquellos elementos que fundamenten el beneficio o desventaja del cambio en la norma moral y/o legal para la sociedad. Hay que recordar que, durante mucho tiempo, la esclavitud fue moral y legalmente aceptada. Hombres de la talla de Aristóteles y Locke la defendieron. Pero, al presente, ciudadanos comunes del Tercer Mundo lo ven como algo inmoral que viola los derechos humanos. Es cierto que la sociedad necesita de estabilidad para poder desarrollarse, pero ¿qué grado de estabilidad u orden necesitamos, qué precio debemos pagar para conseguir dicha estabilidad? Hechos históricos como el de la Alemania nazi, la Francia de Napoleón, entre otros, son buenos ejemplos para discutir sobre esta temática. Una novela de ficción como 1984, de George Orwell, nos presenta una distopía sobre el orden social bajo la estricta vigilancia del Estado y la represión de toda libertad individual, siendo ésta fundamental para mantener la paz social. Huxley, por su parte, en su obra Un mundo feliz, plantea una distopía de orden social bajo el condicionamiento de la conducta de los individuos, a través de la manipulación genética, terapias psicosociales durante el crecimiento, drogas que quitan la ansiedad, y, en definitiva, una sociedad llena de distracciones, sin pobreza, vejez y con consumismo para todos. En ambas obras, el Estado se encuentra bajo el control, no permitiendo la disrupción de la estabilidad y la ansiada paz social. En los hechos históricos y las novelas mencionadas, observamos una pérdida sistemática de la libertad individual que siempre será importante como un fin en sí mismo, permitiendo los cambios sociales que hagan, pues falta desde cualquier esfera de la sociedad. Estamos de acuerdo con que deben existir ciertas atribuciones estatales para brindar ciertas ayudas sociales a los más necesitados; el problema radica en saber cuánto de ayuda es necesario, cómo hacerlo, dónde empieza la responsabilidad del individuo para con él mismo, y dónde la del Estado para brindarles las condiciones de vida que necesita. Planteo aquello porque gobiernos populistas como el boliviano no desean ciudadanos libres, sino más bien clientes que voten por las migajas que dicen “regalar” al pueblo con el dinero que sale de sus impuestos. Es el Panem et circenses de nuestra época. Planteadas estas cuestiones, se hace importante reflexionar sobre lo que sucede con la problemática política que hoy tenemos. Para ello, considero importante destacar que la democracia es el modelo político que permitiría lidiar mejor con el equilibrio entre el orden y caos, entendiendo que los cambios que se den en una sociedad debieran partir de peticiones ciudadanas sin que se violen los derechos de las minorías. En Bolivia, actualmente, se ve vulnerado de muerte el principio de alternancia en democracia. El Gobierno trata de desconocer a toda costa la voluntad popular que dijo no a una nueva re-reelección y tiene entre sus argumentos la promesa de estabilidad u orden social, buscando el apoyo de sus clientes y no el de ciudadanos libres. 




Está imagen fue captada de la página del Diario Mayor El Deber.
Link: http://www.eldeber.com.bo/bolivia/Hoy-se-inicia-el-pago-del-bono-Juancito-Pinto-a-los-escolares-20171023-0011.html 

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