Menú

viernes, 15 de abril de 2022

La mano derecha siempre fue mujer

 «… que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha». Mateo 6:3

La historia universal cuenta con fulgurantes y épicos momentos de genio para avances sin precedentes del desarrollo humano. Podríamos denominarlos, como propusiera Stefan Zweig en un título de una de sus obras: Momentos estelares de la humanidad. No obstante, también existen espacios más prolongados que permiten un amplio espectro del desarrollo en campos tan variopintos como; la política, la ciencia y las artes. Estos espacios temporales son muchas veces denominados como «épocas o edades doradas».  Es probable que coincidamos con el lector con algunas de esas épocas, me refiero por ejemplo, a la época clásica griega, que tuvo su edad de oro con el nacimiento de la democracia y la expansión del comercio y poder político ateniense. También podríamos pensar en la época dorada del Islam, entre los siglos VIII y XIII con avances importantes en el comercio, la ciencia y las artes. Y así podríamos nombrar distintas edades de oro, como el renacimiento y la ilustración, entre otras épocas sobresalientes para la cultura universal.

 Y aunque se pueden encontrar individuos de distintos sexos y géneros que han aportado en aquellos movimientos extraordinarios de la cultura humana, no sería mentir decir, las pocas luces que arrojan las investigaciones sobre el aporte femenino, por ejemplo, en aquellas edades doradas.

Pienso en la Ilustración. Aunque la igualdad educativa entre hombres y mujeres era casi nula en su totalidad, hubo mujeres que fueron parte muy importante y activa de esa expresión y cambio cultural, pero que sus nombres (en caso de haber sido mencionados) no contienen las contribuciones que las figuras masculinas de la época ostentan.

En sus cartas filosóficas, François-Marie Arouet inmortalizado como Voltaire, divulga algunos métodos empíricos para combatir la viruela en la Inglaterra de aquel tiempo. En aquella descripción decide colocar el nombre de una mujer y el título de noble de otra, para describir la importancia que ambas figuras jugaron en la protección de la vida, salud y belleza de sus conciudadanos.

La primera mujer en nombrar es Lady Mary Wortley Montagu, quien en tiempos de COVID-19 ha saltado a la fama como una de las pioneras de la inmunización en occidente. Voltaire no sólo describe la fortaleza de espíritu de aquella mujer, sino, la difícil decisión de inocular a uno de sus hijos pústulas de viruela con el objetivo de lograr su inmunización.

Sin embargo, esta acción no ha podido ser trascendente para la salud pública de Inglaterra en ese momento y, la salud pública mundial de nuestro tiempo, sin una decisión política. Voltaire nombra a aquella figura política como la princesa de Gales y posterior reina de Inglaterra. Sin embargo, no escribe su nombre. En tal caso, conviene decir que se trata de Carolina de Brandeburgo-Ansbach. 

Voltaire la describe como un filósofo amable en el trono; (que) nunca ha perdido ni una ocasión de instruirse ni de ejercer su generosidad. Voltaire talla su descripción, no sólo como un ser piadoso, sino también, como alguien comprometida con la cultura y el conocimiento. Porque Carolina intervino en los debates de la física clásica como mediadora entre el doctor Clarke (defensor de las ideas de Isaac Newton) y Gottfried Leibniz. En tal sentido, debido a su aprecio por el conocimiento y al conocer las actividades de inmunización llevadas por Lady Mary, no dudo en inmunizar a sus hijos para que el pueblo inglés tomara su ejemplo. Voltaire destaca la importancia de ambas figuras femeninas para salvaguardar la vida, salud y belleza de miles de familias inglesas. Lo curioso, por ejemplo, es que Wikipedia describa muy pocas cualidades de Carolina, entre ellas, los celos del esposo por su elevada inteligencia debido a la correspondencia que mantenía con Leibniz.  

Estas curiosidades parecen ser una constante en la vida de muchas mujeres en distintas épocas. En esa línea, sin pasarnos a otra edad de oro y, manteniendo como hilo conductor la figura de Voltaire, podríamos hablar de; Gabrielle Émilie de Breteuil, más conocida como Madame du Châtelet.

Emilie du Châtelet pasó a la historia, como la querida (por decirlo de algún modo) de Voltaire. Sin embargo, su figura puede ser tan impresionante o más que la del connotado filósofo. Emilie fue una importante intelectual con estudios y aportes en matemática, física y filosofía. A la edad de doce años hablaba más de cinco idiomas y traducía libros, del latín y el griego al francés. También contribuyó a la divulgación científica haciendo un aporte invaluable con la primera traducción al francés de Principios matemáticos de la filosofía natural del gran científico, Isaac Newton. No es un hecho menor, si coincidimos que aquel libro, es uno de los más importantes de la historia de la física y la ciencia en general.

No obstante, gran parte de estas contribuciones han quedado en las sombras, dejando fuera de la representación al cincuenta por ciento de la población mundial, me refiero a las mujeres. Y aunque se han masificado estudios por reivindicar los aportes de figuras que pertenecen a grupos tradicionalmente marginados, todavía uno se puede encontrar con sujetos que, estimo, tuvieron una educación deficiente o, nacieron con mentes iluminadas por mecheros con escaso combustible que, con tono burlón, preguntan: “¿cuáles son los aportes de las chicas a la cultura?”



Collage realizado con imágenes de Wikipedia de Lady Mary Wortley Montagu (izquierda), Carolina de Brandeburgo-Ansbach (centro) y Emilie du Châtelet (derecha).


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario