Mario G. Mercado Callaú
Nuestra cultura tiene un arraigado respeto por lo que piensan, sienten y creen los adultos mayores, esto, porque se tiene la creencia que, la experiencia de los años es la “mejor herramienta” para entender el mundo. Para algunos individuos las arrugas y canas simbolizan diplomas de sabiduría y conocimiento.
Sin embargo, en tiempos como el
nuestro esto cada vez se torna menos verdadero. El hombre no sólo aprende por
lo que experimenta o percibe, sino también por aquellas ideas que puede
articular producto de conceptos, teorías y razonamientos que la convivencia en
sociedad le brinda.
Probablemente la experiencia (o
lo que se percibe de ella) puede ayudar a distorsionar eventos y fenómenos que
se producen en la realidad. Pensemos, por ejemplo, en el creciente número de
mortales que consideran que la Tierra es plana. Algunos de sus argumentos parten de premisas críticas
contra el “establishment académico”. Se dice que, la experiencia cotidiana (o lo que se percibe
de la realidad) nos demostraría que vivimos en un aparente mundo plano, contrario a lo que nos imponen los centros educativos. Para
estos sujetos aprendimos que el mundo es casi esférico porque una autoridad
(maestro) a través de instituciones humanas coercitivas (colegios y
universidades) nos imponen lo que se debe creer y considerar conocimiento.
Comparto la preocupación y la
crítica que se plantea. Es cierto, en muchos establecimientos educativos del
planeta (sobre todo en países en vías de desarrollo) cuentan con sistemas de
enseñanza por imposición, sometiendo a estudiantes a creer lo que dicen textos
y/o profesores sin objeción. Muchos maestros no buscan alternativas a la luz de
razones, evidencia y experiencias que permitan a cada estudiante inferir y
obtener sus propias conclusiones.
Sin embargo, aunque podemos estar
de acuerdo con esta crítica, sus conclusiones posteriores yerran completamente. Esto porque se afianzan en métodos o herramientas poco válidas para el conocimiento.
Para Bunge estas críticas son realistas, no obstante, ingenuas, porque se toma
como verdad aquello que en apariencia nuestros sentidos dicen que es real.
Bastaría con recordar el
razonamiento platónico de la caverna para dejar de pensar que nuestros sentidos
son la mejor herramienta (o la única) para entender el mundo, la sociedad y lo
que sucede a nuestro alrededor.
Niños, jóvenes, adultos y ancianos
extraen conclusiones de lo que sucede en el mundo desde lo que conocen, creen y
perciben que pasa, muchas veces dejando de lado herramientas y conocimientos
que podrían ayudar a describir mejor aquellos eventos que suceden a nuestro
alrededor.
Es por eso que, aunque veamos a
hombres con muchos años como, Mario Bunge, Juan José Sebreli, Jürgen Habermas, entre otros intelectuales contemporáneos, con ideas brillantes o describan con
bastante profundidad hechos naturales y/o sociales, estos conocimientos no
emergen de la experiencia quedan los años, sino, más bien, por utilizar
herramientas, estudiar y por haber desarrollado el hábito de la reflexión
durante mucho tiempo.
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