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domingo, 11 de octubre de 2020

Bunge: La política científica

 Mario G. Mercado Callaú.

Para Bunge, “toda concepción política supone una concepción del mundo” (2013, p.14). Bajo ese razonamiento, la percepción, los valores individuales y colectivos, y la cultura en general serán fundamentales para que cada individuo adopte ideologías que nos guíen en el camino sobre, cómo y quién debe administrar el poder.

Tanto las ideas individualistas, como colectivistas partirán de nociones ontológicas y axiológicas diferentes que, en algunos momentos pueden entenderse como contrarias.

Por ejemplo, a la pregunta, ¿quién es más importante en una sociedad, el individuo o el conjunto de la población? La mirada desde enfoques diferentes traerán respuestas, no sólo opuestas, sino diversas. Es así que, los individualistas, por ejemplo, podrían optar por la defensa de la libertad individual y, valores que contribuyan a su fortaleza y ejercicio. Mientras, los colectivistas podrían hacer énfasis en la justicia social y la colectividad. En ambas posturas se tejerán entramados filosófico-morales para el nacimiento de distintos tipos de ideologías, pudiendo en algunos casos crear posturas diametralmente opuestas que, desde lo político tendrá consecuencias en nuestra convivencia.

Es por esos que, aunque en ambas posturas existan argumentos que puedan ser sustentados desde lo filosófico y moral, para Bunge habrá cabida para analizarse la cuestión desde el conocimiento científico actual. Y que también pueda generar argumentos filosóficos y morales para ideologías que busquen el bienestar humano. “En mi opinión, la filosofía política sobresale cuando se la combina con datos o teorías sociales, económicas o legales…” (Bunge, 2013, p.23).

La tesis central de su libro, Filosofía Política: solidaridad, cooperación y democracia integral, plantea que una política responsable debe estar sustentada en la filosofía, especialmente en la ética, así como en la tecnología social.

Bunge (2013) nos estructura su visión política a través de un bosquejo filosófico, donde la forma de su base es la de un hexágono. Sus lados están conformados de la siguiente forma: un primer pilar es su materialismo emergentista, que se contrapone al  al idealismo filosófico y al reduccionismo radical; otro pilar es su sistemismo, donde cada entidad, incluyendo el hombre, pertenece a un conjunto de sistemas, esta idea es una alternativa al individualismo o atomismo, así como también frente al holismo o estructuralismo; otro puntal es el dinamismo, que plantea la tesis de que en el mundo real todo es mudable y perfectible; un nuevo pilar, no menos importantes es su realismo científico, que se diferencia del realismo ingenuo, el subjetivismo y el relativismo político; un quinto puntal, a diferencia de visiones positivistas en otras ideologías políticas, Bunge rescata el humanismo, en contra de posiciones sobrenaturalistas y egoístas; y por último la exactitud, contrapuesta a la imprecisión y la oscuridad de ideas. No obstante, esta estructura no está completa sin su centro. Aquí la ciencia juega un rol central como herramienta para entender el mundo, al hombre y hacer los cambios que la política y la sociedad necesiten. En otro sentido, para Bunge no debe existir una filosofía política sin lógica, ni semántica, esta sería poco seria. Sin ontología no tendría estructura, sin gnoseología sería acéfala y si no tiene ética tampoco tendría donde apoyarse.

Así como toda ideología parte de una concepción de la realidad y del mundo, también lo será tener una concepción del hombre. Bunge plantea que podemos encontrar tres tipos de comportamiento social en el hombre: egoísta, altruista y reciprocador.

Dentro del reciprocador, según Bunge (2013), podemos encontrar a un reciprocador débil  (aquel que hace bien por bien y mal por mal) y fuerte (aquel combina el altruismo recíproco más la cooperación).

Este tipo de comportamiento social se debe a distintas propiedades que se pueden encontrar en la especie humana. Una de ellas es la plasticidad cerebral  o neuronal. La plasticidad cerebral no solo permitiría recablear los procesos cerebrales en nuestra especie, sino también permitiría recomponer la sociedad. En consecuencia, “la plasticidad neuronal es una fuente de plasticidad social, que es la capacidad de inventar nuevas normas de conducta, así como de organizar y reorganizar los sistemas sociales” (2013, p.89). Por tanto, Bunge niega el reduccionismo de las distintas posturas biologisistas de la predeterminación de la naturaleza humana por parte de sus genes, como también aquellas posturas culturalistas que niegan las propiedades biológicas humanas. La evidencia actual supone que los distintos sistemas a los que pertenece el hombre juegan en los cambios que se hacen en la sociedad y en la política. “En pocas palabras, existe una cosa llamada naturaleza humana, de igual modo que hay una naturaleza canina, pero no es ni rígida, ni infinitamente maleable, ni angelical ni satánica: la naturaleza humana es plástica. El genoma es posibilidad no destino” (2013, p.96).

Así mismo, podemos encontrar una dualidad en nuestra especie la de competidor y cooperador. Estas características del comportamiento humano se pueden ver afectadas bajo ciertas reglas sociales, intereses individuales y colectivos, valores, costumbres y tradiciones pudiendo crear las condiciones para que cualquiera de estos rasgos se refuerce en los individuos y en la colectividad de una sociedad determinada.

Para Bunge un sistema político que puede crear las condiciones para incentivar la cooperación es en una sociedad democrática. “La democracia no es sólo el mejor medio para distribuir y controlar el poder: también es el objetivo que debe conseguirse con la participación ciudadana” (2013, p.81). Participación que no sólo implicará el ejercicio y/o soberanía de los derechos humanos fundamentales, sino también el de ser responsables mediante deberes que tiene cada ciudadano.

En ese  sentido, Bunge destaca que una “sociedad buena está estructurada bajo el concepto de democracia integral, guiada por tecnologías sociales” (Bunge, 2013, p.473). Si bien la democracia planteada como sugiere Dahl (1989, p. 221) citada por Bunge (2013, p.477) tiene siete condiciones como: funcionarios públicos electos, elecciones libres y justas, voto inclusivo (todos los ciudadanos), derecho a competir por los cargos públicos, libertad de expresión, información alternativa (no oficial) y autonomía asociativa (partidos políticos, grupos de presión y ONG independientes), serán también importantes el aspecto de la gobernanza y el de la agenda ciudadana.

En tal sentido Bunge hace hincapié en la participación ciudadana en todas las decisiones políticas que se tomen. En su concepción de democracia Integral, a través de un diagrama causal cerrado,  explica que la participación ciudadana y el debate público alientan la cohesión social y ciudadana, lo que a su vez incrementa la estabilidad del gobierno y mejora el sistema democrático.

No obstante, algunas instituciones como un capitalismo sin frenos o, una estatización completa de las actividades económicas, son igualmente peligrosas para la estabilidad democrática. Es por eso que, a través del conocimiento científico actual podemos entender ciertas estructuras del mundo, del hombre y los sistemas en los que interactúa, para crear instituciones que impulsan políticas que como consecuencia generen las condiciones propicias para un sistema social de mercado, es decir el desarrollo de sistemas de cooperativas.   

Por lo tanto tomando los argumentos de Louis Blanc (1847) citados por Bunge las sociedades cooperativas tienen virtudes que la hacen sostenible y una alternativa seria de desarrollo. Estas virtudes son: primero, que los trabajadores trabajan para sí mismos; segundo, la sociedad no tendría grandes cantidades de individuos convertidos en parásitos para su sociedad; tercero, ciertos movimientos de producción no permanecerían en la oscuridad y cuarto, porque con la desaparición de la competencia, ya no se tendría que calcular enormes despilfarros de capitales que resultan de cierres de empresas, quiebras sucesivas, mercadería que no se venden y se pierden, paros y huelgas por trabajadores que nacen de la competencia.

Entre los datos que refuerzan sus tesis está el expuesto por Cronan (2006) citado por Bunge donde se detalla que, las 300 cooperativas más importantes del mundo tienen un ingreso anual cerca al billón de dólares anuales, equivalente al PIB de Canadá (2013, p.504). Así mismo, no es menor decir que el 90% fueron establecidas antes de 1980, una cantidad de tiempo que no tiene comparación con otras empresas del sector privado, debido a que solo un tercio de empresas nuevas superan los cinco años. (2013, p.504). Una de las cooperativas más longevas data del año 960, se trata de El Tribunal de Aguas de la Vega de Valencia. Hay que decir también que los sistemas de cooperativas en sus distintas categorías (comunales, productores independientes y de los trabajadores) están vigentes en gran parte del mundo. Sólo en Italia se contabilizan más de 140.000  cooperativas agrupadas en tres confederaciones (2013, p.505).

Bunge hace relevante que “las cooperativas administradas por los trabajadores ofrecen mayor seguridad laboral que las empresas capitalistas, las cuales probablemente se replieguen si las ganancias disminuyen, en tanto que en las épocas duras, los trabajadores propietarios probablemente continúen adelante porque su prioridad es subsistir, no hacerse ricos” (2013, 505).

En Bolivia por ejemplo, el movimiento cooperativo va ganando importancia cada año. Por ejemplo, entre el año 2005 y 2010 hubo un crecimiento de un 70% de nuevas cooperativas, lo que hace hasta 2012 un total de más de 1.400 cooperativas activas en todo el país (Mogrovejo y Vanhuynegem, 2012).

Si bien es conocido, en Bolivia el éxito de cooperativas como aquellas que brindan servicios básicos en Santa Cruz de la Sierra: COTAS, CRE y SAGUAPAC, para Bunge existen ejemplos de lo que no se debe hacer para evitar problemas bajo ese sistema de desarrollo, casualmente, uno de sus ejemplos es en Bolivia. En el caso de las cooperativas mineras bolivianas los más de cuatro mil trabajadores se asignaron importantes ganancias, menoscabando la reinversión, por ejemplo, en sus sistemas de ventilación, haciendo que las minas sean inseguras y peligrosas para la salud. En 2007 estalla un conflicto entre mineros cooperativistas y mineros asalariados. Los cooperativistas mineros avasallaron vetas más provechosas en una misma mina que, según los informes de prensa, estaban los mineros asalariados. Ambos grupos de trabajadores explotaban la mina de Huanuni. Para Bunge (2013) esto se debió a factores que tuvieron que ver con la nacionalización de la mina, una incorrecta autogestión por parte de los cooperativistas mineros y porque remplazaron la solidaridad por el “espíritu” del capitalismo.

Sin embargo, uno de los ejemplos más notables del sistema cooperativo en Bolivia es lo que sucede al norte del departamento de La Paz. El Ceibo -la cooperativa central para la producción de cacao- se convirtió en el mayor exportador de productos de cacao orgánico del país. Existe una solidaridad y sinergia entre grupos étnicos diferentes como quechuas, aymaras y mosetenes.

El Ceibo ha sido descrito como una de las cooperativas mejor establecidas en el país desde su establecimiento en 1977, después de la asociación de 12 cooperativas individuales para comenzar a comercializar el cacao. Desde 1987, El Ceibo tiene estado exportando cacao orgánico certificado a mercados principalmente en Alemania y Suiza. Hasta 2012, había 50 cooperativas afiliadas, o 1200 familias, a la cooperativa central (Holmgren, 2012). Además de recolectar, procesar, comercializar y exportar el cacao de todos los agricultores y cooperativas afiliadas, El Ceibo brinda asistencia técnica y formación constante a sus asociados.

En definitiva, Bunge nos deja provechosos argumentos a tomar en cuenta para que ocurra un cambio en la política nacional e internacional en este siglo XXI. Sus sugerencias buscan lograr mayor libertad, igualdad, justicia social, un medio ambiente sano y una convivencia pacífica, a través  del mejor conocimiento que tenemos en la actualidad, la ciencia y, una visión filosófica realista. Y nos sugiere a los cruceños, paceños y bolivianos en general, no perder aquellos valores y condicionantes que fueron parte del éxito de nuestros desarrollo a través del sistema de cooperativas.



Bibliografía

Bunge, M., (2013). Filosofía política: solidaridad, cooperación y democracia integral. Barcelona-España: Gedisa.

Holmgren, C. (2012). Do Cooperatives Improve the Well-being of the Individual?-A Case Study of a Bolivian Farmers' Cooperative.

Mogrovejo, R. y Vanhuynegem, P. (2012). Visión panorámica del sector cooperativo en Bolivia. Un modelo singular de desarrollo cooperativo. La Paz-Bolivia: Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Imagen recuperada de: https://malsalvaje.com/2020/02/25/filosofia-y-psicologia-un-ensayo-de-mario-bunge/

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