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miércoles, 29 de julio de 2020

La permanente deshumanización del otro


Mario Mercado Callaú

Este breve texto también ha podido llamarse la subjetiva realidad que nos divide, sin embargo he preferido el título actual por el contexto en el que nos encontramos.

¿Qué tanto afecta la subjetiva construcción de la realidad por parte de los individuos en el ámbito público? Pensemos por ejemplo, en las apreciaciones distintas que pueden existir sobre el conflicto político actual en Bolivia.

Imaginemos una familia conservadora promedio de Santa Cruz. Pensemos en dos individuos de esta familia, una abuela y su nieto. Por un lado tenemos a una mujer de aproximadamente 76 años de edad, que considera que el conflicto político se debe, no tanto a cuestiones humanas y materiales, sino más bien a una cuestión moral y metafísica. Esta mujer de la tercera edad considera que el partido del MAS simboliza el mal y que sus integrantes están - de cierta forma- poseídos por demonios que, lo que quieren es sacar a Dios de la dirección que debe tener el país. Probablemente si el MAS significa el mal, todo opositor al MAS puede ser parte del bien. Esta idea tendría evidenciada suficiente para aquella mujer, si toma como verdaderas ciertas oraciones pronunciados por los políticos. Por ejemplo, citando a Morales cuando dijo: “Aquí no gobierna la Biblia, gobierna la Constitución Política del Estado. No sé de dónde se inventan que la Biblia gobierna”. Y luego, la presidenta Áñez dice: "Dios ha permitido que la Biblia vuelva a entrar a Palacio. Que Él nos bendiga”.

Ahora, pensemos en un nieto de esta abuelita. Un joven de 20 años aproximadamente que estudia ciencias políticas y, piensa en la coyuntura actual como una pugna por visiones de país distintas. Estas visiones para él, son consecuencias de ideologías humanas que, subyacen la apropiación del poder y la obtención de la administración pública. Podríamos quizá observar un enfoque más materialista que el de su abuela.

Por lo tanto concluiremos que sólo en esta familia cruceña existirán visiones de la realidad completamente distintas.

Ahora preguntémonos,  qué puede pensar un hombre joven de El Alto. Supongamos que este joven durante mucho tiempo se sintió representado por el gobierno del MAS. Se encuentra estudiando leyes, ha leído a Fausto Reinaga, Augusto Céspedes y a otros escritores que reivindican políticas diferentes para los que él considera menos favorecidos, por ejemplo, los pobres e indígenas. Por otra parte, en más de una ocasión fue testigo del maltrato, con la famosa frase: ¡indio de mierda! 
Este joven probablemente entienda que el conflicto político es más una cuestión social; una pugna entre pobres y ricos. También podría pensar que es una cuestión racial, entre mestizos y originarios. Porque su realidad le evidencia que es así.

El ejercicio mental que hacemos no señala que la existencia de múltiples realidades sobre la cuestión política sea el problema, esto sucede en todas partes y en diferentes contextos. El problema radica en esa deshumanización permanente del otro desde nuestra subjetividad y, sobre todo en contextos tan delicado como el que estamos viviendo. La historia cuenta con terribles ejemplos de puntos de no retorno, manchados de violencia y sangre. Porque cuando dejamos de vernos en el otro -me refiero a la humanidad- sumado a problemas económicos, estos escenarios tan polarizados tienen todos los elementos para estallar. Por eso el que algunos escriban: ¡Qué salgan a marchar estos indios y se mueran de una vez!, o escuchar, ¡hay que sacar y quemar a estos q´aras de mierda! Debería hacernos reflexionar sobre el reflejo que vemos de nuestra humanidad en los otros. 




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