sábado, 27 de abril de 2024

La demagogia en el uso del concepto: «bien común»

Mario G. Mercado Callaú


En la República de Platón, Sócrates, el hombre más sabio de la Grecia clásica, fundamenta la organización de su estado ideal y lo expone a través del diálogo con otros filósofos. Según lo escrito por Platón, Sócrates creía que se debe rechazar con energía la poética debido a que este arte  distorsiona la verdad. Con mucho pesar, Sócrates admite que su primer gran maestro fue Homero, empero, la poesía debía ser rechazada porque en su concepción de estado lo que debe importar es la verdad y no la imitación. La poesía tiene el defecto de afectar y corromper el alma de los ciudadanos porque incita al placer y al dolor alejándolos de la ley y la razón, en consecuencia, de un saber correcto y de una buena opinión.

Si bien el rechazo del arte poético es contundente en la obra de Platón, la música era un arte que debía ser alentado en la configuración de su visión de estado ideal. Todos los ciudadanos tendrían que estar obligados a recibir una educación que combinara la gimnástica con la música para tener una población fuerte y bella que pueda defender al estado de los peligros externos e internos. Si un ciudadano era sólo educado en el arte de la gimnasia y no en el ámbito de la música se corría el riesgo de tener ciudadanos que se manejaran por la fuerza y brutalidad y no a través de un espíritu sensible que pueda persuadir a otro para lograr una sana convivencia.

Mientras Sócrates aguijoneaba con preguntas y refutaciones a los ciudadanos de Atenas, a miles de kilómetros en el estado de Lu, China, se encontraba otro gran pensador. Motzy (Mo Ti) de igual forma interpelaba a sus ciudadanos e impartía reflexiones a sus discípulos. Para Motzy, a diferencia de lo planteado por Sócrates, la música debía prohibirse. Motzy pensaba que para lograr un buen estado se debía hacer lo que el cielo ordenaba y lo que antiguos reyes sabios habían realizado en sus prósperos reinos. El cielo es la referencia a las divinidades chinas de la época que solicitaban un comportamiento moral a partir del amor al prójimo, según lo planteado por Motzy. La música debía ser prohibida, no porque no sea grata al oído, sino porque no formaba parte de la costumbre del pueblo el oírla, además en el pasado próspero cuando los reyes sabios gobernaban el arte musical era muy modesto. En tiempos de Motzy también existían problemas de gran prioridad a causa de terribles males. En aquella época muchos estados chinos tenían tres problemas fundamentales: el sufrimiento por hambre, el azote del clima y la fatiga del trabajo. Motzy (1987, p.127) lo manifestaba diciendo: “Y ¿cómo podrá el pueblo procurarse comida y vestidos, si tiene que ir a repicar grandes campanas, a tocar tambores, a tañer violines y guitarras, a soplar flautas y organillos y a danzar empuñando escudos y hachas guerreras? Yo creo que lo que no es necesario se debe suprimir”.

El arte musical para estos dos grandes filósofos de la época clásica era valorado de distinta forma, debido a la visión y preocupación que cada uno tenía con respecto a la mejor forma de organizar y administrar la cosa pública. Se puede mencionar que ambos tenían como bien común la protección del estado, que incluye el bienestar de sus ciudadanos. No obstante, es claro que la protección de ese bien común era divergente en muchas formas. Y así, a lo largo de la historia se evidencia que en la búsqueda de hacer prevalecer el bien común no sólo se ha prohibido la música y la poesía, también libros, pinturas, películas, obras teatrales, el conocimiento y hasta la opinión.

Otros problemas que emergen con el uso del concepto de bien común es la diferencia de su significado debido a su vaguedad y alcance. ¿Cuál es el significado de bien común, es un bien que merece protección porque beneficia a familias, a un barrio, una ciudad, una región, un país, un continente o para todo el mundo?, ¿es un bien para todos o sólo para los estratos sociales bajos?, ¿el bien común es para gente que vive actualmente o para futuras generaciones?

Tratar de encontrar respuestas a estas interrogantes inicialmente permite comprender las dificultades del significado del término y esbozar las posibles motivaciones y necesidades de su uso. No parece casual que políticos, activistas y líderes de opinión continuamente expresen el cuidado y protección de valores que representan el bien común. Se podría nombrar, por ejemplo, tres valores que gran parte de la ciudadanía aprecia como bien común: libertad, justicia y medio ambiente. La libertad y la justicia son valores más abstractos y de preocupación mucho más antigua que el medio ambiente. Aquí se puede evidenciar otra dificultad, cada uno de esos valores pueden tener significados distintos para muchos individuos. ¿Será qué los conceptos de justicia y libertad como valores abstractos significan lo mismo para alguien que vive en Cuba con respecto a alguien que vive en Estados Unidos?, ¿el concepto de medio ambiente y su preocupación como valor representa la misma importancia para un doctor en biología de Noruega que para un indígena de la Amazonía? Es probable que alguien argumente que, allende que esos conceptos tengan significados y alcances distintos sigan teniendo un valor común de alguna forma. Y claro que puede ser el caso. Empero, lo común de un bien no sólo depende de la mirada individual y colectiva que se tenga de ese bien, sino también de su contexto.

Alguien puede pensar, por ejemplo, que la moral cristiana es un bien común con el que se fundaron las ciudades europeas y que se debe volver a ese antiguo régimen donde el clero y el estado eran una sola institución. En este sentido, el bien común de un grupo puede servir para someter a otros a partir de la imposición de una moral religiosa frente a otras. Otro grupo de personas podría exigir que países en vías de desarrollo prohíban el uso de biotecnologías y la exportación de granos y carnes porque se debe proteger y preservar el bien común de la biodiversidad. Aquello seguiría causando un lastre para economías pequeñas de países pobres que no pueden mejorar sus índices de producción e ingresos, como otras variables de desarrollo.  

No se plantea que se deba descuidar valores como la libertad, justicia y el medio ambiente, lo que se advierte es la vaguedad del término y su mal uso (o buen y conveniente uso para algunos), que en muchos casos funciona como un elemento conceptual fundamental para la manipulación de masas a través de una narrativa bien entretejida.

Parece que los llamados a la defensa de supuestos bienes comunes son utilizados en distintas narrativas por todo tipo de instituciones con prácticas demagógicas para embaucar ciudadanos que aceptan y toman como verdadero y suyo un discurso sin antes cuestionar con mayor rigor la validez del discurso.

Ante ese riesgo conviene razonar con mayor detenimiento ejercitando la autonomía de pensamiento, evitando así ser arrastrado por discursos y narrativas que interesan a un grupo con objetivos claros y, a las pasiones de muchedumbres enajenadas que no entienden las consecuencias de sus actos.  


Referencias bibliográficas

Mo Ti, (1987). Política del amor universal, España: Tecnos.

Platón, (2007). La República, Buenos Aires: Gradfico.

Referencias gráficas

Obra pictórica de Zdzisław Beksiński

Recuperada de: https://www.xataka.com/magnet/el-tetrico-universo-pictorico-de-zdzislaw-beksinski-los-cuadros-que-superan-a-tus-pesadillas

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